domingo, 30 de enero de 2011

VIENTO DEL NOROESTE

OLIVER FÖLLMI


Una detonación resonó en el viento del noroeste, a su paso por la ciudad de Guangzhou. Eran las cuatro de la madrugada. Wei, vestido con un pijama azul, se levantó temeroso de su cama.

Caminó entre la densa oscuridad de la casa. En el centro de su pecho resonaban los latidos del corazón como si fueran, a su vez, disparos extraviados en las sombras.

En su pequeño hogar todo estaba en una calma que parecía eterna. Sus hijos dormían a salvo, sin que nada oprimiera sus sueños. Cerró los ojos y entrecruzó las manos lanzando al aire, como un pájaro, el deseo de que nada perturbara sus vidas.

Cuando abrió la ventana las gotas de lluvia azotaron su cara. Un sufrimiento invisible flotaba en el viento del noroeste. Wei quiso olvidarlo enseguida. Nadie tiene por qué preocuparse si no escucha más que el rumor de la lluvia.

Regresó a su lecho y abrazó el cuerpo de su esposa Xiaoyan, la madre de sus hijos. Después, el sueño se fue posando de nuevo en sus párpados, como las flores de un melocotonero.