domingo, 15 de mayo de 2011

CANCIÓN DINKA

GREGORY COLBERT


Ancianos de cabellos blancos acompañan con plegarias a los espíritus de los muertos por el cólera.

Los antílopes contemplan hipnotizados los fuegos del bosque, donde se queman nubes de insectos, ejércitos de termitas rojas.

El campamento arde con el sonido chasqueante de los juegos de amor de los chacales y las mangostas.

Los niños del color de la piedra asan lagartos y buscan rastros de flechas en el cielo de estrellas.


jueves, 28 de abril de 2011

CANCIÓN DE LAS LIBÉLULAS

MANUE LÓPEZ-VILLASEÑOR (Conejo desollado)


La niña se tapa los ojos para no ver a su padre que arranca la piel de un conejo.

Las finas hojas de los sauces caen entre los pliegues de su vestido roto.

Toma sus tizas de colores y dibuja entre los rayos de sol que forman delgadas líneas sobre el suelo trazos rojos que se cruzan con el sufrimiento invisible.


lunes, 25 de abril de 2011

GATOS

BALTHUS (El rey de los gatos)


Las sombras de los gatos, los tranvías alejándose, la luna roja.

En mi calle las sombras de los músicos con sus gatos permanecen en los ángulos que atraviesa un instante.

Y allí yo, deslizándome, rozando sus vestidos trizados, su piel cálida, mecido en sus canciones, pintando en las paredes azules vivos, gatos.



domingo, 3 de abril de 2011

MI MENTE ESTARÁ VACÍA

VICTOR BRAUNER (Passivité courtoise)


No hablaré. Mi mente estará vacía. Una densa niebla se extenderá ante mis ojos.

Has estado siempre a mi lado. Te conozco desde que nací, pequeño pájaro de la muerte.

Has vivido en mis sueños como un hada misteriosa, como un animal acobardado cuyas huellas llegan más allá de donde alcanza la vista.

Me ofreces un cuenco de miel. Humedezco en él mis labios y lo vuelvo a dejar a un lado, sin probarlo.

Mi cuerpo guarda hombres y mujeres de todas las razas insectos, lagartos, peces y luciérnagas, galaxias, meteoritos y estrellas. Ya no hablaré. En mi mente solo permanecerá una fría niebla azul donde se perderán los recuerdos.


domingo, 30 de enero de 2011

VIENTO DEL NOROESTE

OLIVER FÖLLMI


Una detonación resonó en el viento del noroeste, a su paso por la ciudad de Guangzhou. Eran las cuatro de la madrugada. Wei, vestido con un pijama azul, se levantó temeroso de su cama.

Caminó entre la densa oscuridad de la casa. En el centro de su pecho resonaban los latidos del corazón como si fueran, a su vez, disparos extraviados en las sombras.

En su pequeño hogar todo estaba en una calma que parecía eterna. Sus hijos dormían a salvo, sin que nada oprimiera sus sueños. Cerró los ojos y entrecruzó las manos lanzando al aire, como un pájaro, el deseo de que nada perturbara sus vidas.

Cuando abrió la ventana las gotas de lluvia azotaron su cara. Un sufrimiento invisible flotaba en el viento del noroeste. Wei quiso olvidarlo enseguida. Nadie tiene por qué preocuparse si no escucha más que el rumor de la lluvia.

Regresó a su lecho y abrazó el cuerpo de su esposa Xiaoyan, la madre de sus hijos. Después, el sueño se fue posando de nuevo en sus párpados, como las flores de un melocotonero.