SANDRA BATONI
Vomitó sobre su cama. La había abandonado su último
amante, de rasgos delicados como una imagen griega. Buscó olvidarlo en
otros hombres, indiferentes a todo, cansados de sus vidas, ensombrecidos como
fantasmas de sí mismos.
Se miró en un cristal, su rostro estaba demacrado
como el de una prostituta o una ladrona nocturna. Los triángulos hinchados de
sus ojos caían en enigmáticas ausencias.
A la luz de un candelabro escribió misteriosos poemas en un cuaderno morado, tímidas llamadas al muchacho desconocido que volvería a helarle la sangre.
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