
Un turbio desasosiego contrae tu rostro. Al mirarte pienso en pájaros, en leones que atacan a un ciervo rezagado, en montañas oscuras, en estrellas fugaces que caen entre los pliegues de mi edredón negro.
Acaricio tu pelo rojo, tus manos transparentes donde el tiempo se detiene, como un huracán que todo lo devasta.